lunes, 12 de octubre de 2009

Vacaciones en el norte

Hace unos meses, más de los que la sensación del paso del tiempo me hace parecer, viajé con Montse al País Vasco, a la capital de Vizcaya. Un lugar maravilloso, tan importante como cualquier gran urbe del resto del país, pero con otro estilo de vida, mucho más pausado y tranquilo. Ésta, es una ciudad compuesta por infinitud de calles entrelazadas, por las que se puede andar sin desplazarse a codazos, respirando una mezcla de viejo y nuevo, de gris y blanco, negro y marrón, que provoca un suspiro de sosiego a medida que avanzas paseando por ellas.Bilbao es sin duda una ciudad extraña, de multitud de sensaciones y con muchos contrastes variados, sobretodo por las diferencias de sus construcciones arquitectónicas, donde a cada paso se cambia ladrillo por hierro, piedra por hormigón, obteniendo como resultado una excelente armonía paisajística. Y no sólo eso, si no que en la misma localidad se avienen naturaleza y urbe, con una ría que encauza todo el karma negativo que genera la extenuante rutina laboral. A los dos lados de ésta, habitan gentes de carácter fuerte e independientes, aunque no por ello distantes, pero que concuerdan bastante con el imaginario rudo que la mayoría posee del ciudadano vasco.
Sorprendente resulta también su gastronomía, ya que es muy variada y económica (al menos que se busque la exquisitez y el plato detallista, que entonces todo se adecuará a las condiciones de cualquier restaurante con caché o estrella michelín, como el Zalacaín), donde destaca por encima de todo su cultura del pintxo, esas pequeñas maravillas culinarias sentadas sobre una base de pan, y que no cuestan, generalmente, más de 2 euros la pieza. Además, como remate de esta ingesta, se acompañan muchos de estos ágapes con un poco de Txacolí, el vino más exitoso para esta clase de pica-picas.
Sobre su cultura, destaca el más que reconocido museo Guggenheim, englobado en un aura de arte que empieza por los exteriores de éste mismo, y que se completa con las múltiples colecciones que alberga, renovadas periódicamente. Es un edificio que se visiona diferente según la luz del sol se postra sobre su estructura, cambiando así sus tonalidades metálicas según avanza la jornada, para terminar contrastado en sombras cuando la noche llega a la ciudad.




En fin, fueron unas vacaciones más que satisfactorias, donde estuvimos tanto en mar como en montaña disfrutando de una temperatura media de 25 grados; pero eso sí, 25 grados mucho más agradables que los que la humedad de Barcelona nos hace sentir cuando llegan los fatídicos meses de verano. Es así que, de ésta excursión nos llevamos infinitud de recuerdos junto con una promesa, la de volver para poder visitar Donosti.














Para ver el reportaje completo sobre Bilbao y cercanías, visitad el siguiente link: http://www.flickr.com/photos/pmpavenue/sets/72157622439428611/

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