Experimentando El Bulli

En la vida de cada uno de nosotros, tenemos una lista fictícia (o quizás real) de cada una de nuestras prioridades y aspiraciones que deseamos llevar a cabo. Pues bien, ir a El Bulli nunca fue realmente una de ellas, ya que me parecía un lugar un poco "out of touch" de factura un tanto imposible.

Pues bien, un día se me presentó la oportunidad de ir, así que sin pensarlo dos veces, acepté. Llegó el día de la cena en el restaurante del prestigioso Ferran Adrià, el mismo día en que celebramos San Juan, 23 de junio.

El restaurante está situado en un precioso enclave de costa, en una cala pequeña que solo alberga pocos metros de playa y el mismo local. Es una bonita casa de costa, de paredes blancas e interiores de piedra y madera. Al entrar, una hermosa terraza a la izquierada con vistas a la Cala Montjoi y un maître personal esperan tu llegada. A partir de ahí, empieza una experiencia personal.

Ferran Adrià convierte el comer en un juego, no en el sentido banal y simplista de éste, sino que hace de cada plato una experiencia diferente, fuera de los prejuicios de las cantidades que alberga cada vajilla. Sorprende con las formas y las texturas, con los gustos; nunca esperarías tomar un mojito directamente de una caña de azúcar. Són conceptos que no se pueden entender del todo si no se viven en directo.

Ésta fue una velada increíble que no olvidaré fácilmente. Ya no tanto por la propia vivencia en El Bulli, sino por otros hechos que acontecieron al día; porqué en grandes días, grandes experiencias. Pero eso es una historia que me guardo para otra ocasión...